Cómo nos cuesta abrirnos a lo nuevo….hay tantas frases en nuestra cultura que refuerzan el inmovilismo: virgencita, que me quede como estoy, más vale lo malo conocido….y así nos perdemos la aventura, la posibilidad de expandirnos.
En realidad, estamos en constante cambio, sin poder evitarlo. Todo en ti está diseñado para que seas una persona diferente cada día: tus células mueren y nacen otras nuevas, tu entorno cambia, y tus gustos y necesidades también, aunque no quieras admitirlo
Su espíritu aventurero, sus ganas de buscar lo diferente, el encuentro con esa nueva persona que está emergiendo, que ya no es la niña o el niño que conocemos, les llevan a mirar hacia delante con curiosidad, a veces rechazando violentamente lo que hay detrás, porque ya no les representa.
Y sin embargo, lo que hay delante es un camino incierto, confuso….y es ahí donde tú, todavía, puedes tenderles la mano y acompañarles. Desde tu experiencia, desde tu sentido común, desde tu amor incondicional.
Pero qué pasa cuándo tú misma no ves claridad en el camino (no sólo el suyo, sino el tuyo).
Atreverse a hacer un cambio puede dar miedo o pereza, pero tiene muchos beneficios:
- Te revitaliza, te da la energía para seguir adelante con curiosidad
- Te calma, porque sabes que estás siendo coherente con la persona que eres ahora
- Te expande, te permite ir más allá de lo que ya has conseguido
Y si el cambio te da miedo…
- Crea un vacío fértil para que germine lo nuevo, vacíate primero para recibir
- Confía en la emoción de alegría que genera la idea, a pesar de las mariposas en el estómago
- Pide ayuda para que no tengas que hacer sóla esta transición
Y si aún así no lo ves claro, no te preocupes.