Las amebas se desplazan para buscar un ambiente mejor

Tenemos mucho que aprender de las amebas

¿Te has planteado cambiar de trabajo, dejar una relación tóxica o mudarte de casa

No sé si sabías que, antes de estudiar pedagogía pasé unos años en la carrera de Biológicas. Te explico por qué te cuento esto.

Estudiar el mundo animal siempre me ha resultado fascinante, desde que era pequeña y mi padre (que quería ser guardabosques en lugar de abogado) me enseñó a amar todos los bichitos del jardín.

Mi padre comenzó a enfermar cuando yo tenía 9 años, con problemas cardiovasculares que se fueron complicando en otras patologías, hasta que nos dejó, justo antes de la pandemia.

Siempre he pensado que uno de los motivos por los que mi padre enfermó (además de la genética y algunos malos hábitos)  fue que, el trabajo que desempeño durante toda su vida no era coherente con sus deseos. Durante 8 horas al día, todos los días de su existencia de adulto, estuvo desempeñando tareas que no le gustaba hacer, le aburrían o estresaban, y en un ambiente hostil que nada tenía que ver con su forma de ser.

Si mi padre hubiera actuado como las amebas, habría sido más feliz, y probablemente más sano.

Una ameba es un organismo que solo tiene una célula rodeada de cilios, unos pelitos que le ayudan a detectar el ph del medio en el que vive y a desplazarse cuando el medio se vuelve demasiado ácido para desarrollarse favorablemente. Cuando el medio se vuelve letal y no se puede desplazar, su membrana se endurece y la ameba se queda latente, en forma de bola, hasta que el medio cambie.

La ameba no tiene sistema nervioso, no piensa y no tiene emociones, pero sabe cuidar perfectamente de sí misma.

Yo aprendí mucho de mi padre, y también de la ameba.

He hecho muchos cambios en mis 51 años de vida, de hecho, siempre que alguien me pregunta ¿Cómo estás? mi respuesta es: en transición.

Debido a mi TDAH, los primeros cambios en mi vida se debían a respuestas automáticas al entorno, dejándome llevar por las circunstancias y por mi propia impulsividad.

Pero ahora, soy más consciente de lo que necesito:  escucho atentamente los cambios de mi cuerpo que me indican cuándo me estoy estresando; estoy más atenta a mi entorno y presto más atención a lo que ocurre fuera; me doy cuenta a tiempo de cual es mi emoción para regularla como necesito.

Todo esto lo he logrado gracias al mindfulness, pero la hoja de ruta que me ha guiado en esa observación fueron las 3 preguntas que mi maestra en biodanza me hizo al inicio de la formación, las 3 preguntas de la biodanza:

¿Dónde vives?
¿Con quién vives?
¿En qué trabajas?

Desde que ella me hizo esas 3 preguntas, este organismo pluricelular que soy yo, que piensa, siente y actúa, ha cambiado de casa, compañía y trabajo hasta que ha encontrado su sitio, y ahora es más feliz y más saludable.

Te invito a que tú también aprendas a detectar cuando el ambiente se está volviendo demasiado tóxico para ti.

¡Atrévete a ser ameba!

¡¡MUÉVETE!!

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